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Los hogares españoles parecen ser «relativamente» más ricos que los europeos debido a un efecto revalorización…

Aunque es contraintuitivo, los datos de las cuentas financieras y no financieras, así como la visión más microeconómica que revelan los de la HFCS, señalan que lejos de estar distanciados a la baja respecto de sus homólogos europeos como sucede en renta, los hogares españoles definen en cuanto a riqueza cifras homologables, si no mejores.

 

Dicho de otro modo, los menores niveles de renta de los hogares españoles, a lo que hay que sumar su menor tasa de ahorro en términos históricos, no es óbice para que dispongan de un nivel de riqueza (ahorro acumulado) que, dado el mencionado patrón de comportamiento, no es fácilmente explicable.

 

En este contexto, emerge una explicación plausible. El proceso de acumulación de riqueza de los hogares no es sólo fruto de la adquisición neta de activos que tiene lugar como consecuencia de la materialización del ahorro a lo largo del tiempo. La propia riqueza acumulada (y su composición) se ve impactada por los cambios de valor de los activos que inducen las variaciones de factores que lo determinan (tipos de interés, precios de las acciones, precios inmobiliarios…). Y, de hecho, como refleja nuestro estudio, el efecto de revalorización de los activos puede ser tanto o más determinante en la acumulación de riqueza que la propia adquisición neta de activos en la que se materializa regularmente el ahorro. Desde luego en el caso español, en el que dicho efecto sería responsable de casi tres cuartas partes del aumento de la riqueza de los hogares durante el periodo de análisis, cuando sólo representa en Francia, el mejor de los casos, el 54%, y en Alemania e Italia sólo alcanzan a explicar el 23% y el 30%, respectivamente. El hecho de que además el ahorro materializado en patrimonio inmobiliario tenga mayor relevancia en nuestro país, y que este haya sido el más beneficiado (a pesar de los vaivenes asociados al boom previo y a la crisis posterior a 2008) por la bajada estructural de los tipos a largo plazo tras nuestra incorporación a la eurozona, añadiría dosis de verosimilitud a esta explicación.