No es posible entender, y mucho menos tratar de anticipar, el comportamiento financiero y no financiero de los hogares en las décadas venideras, sin atender al factor demográfico. En particular los efectos que ha tenido y seguirá teniendo la extraordinaria reducción de la natalidad, el aumento de la esperanza de vida o los intensos flujos migratorios netos positivos hacia nuestro país que se han intensificado en lo que va de siglo, y que con alta probabilidad continuarán durante las próximas décadas.
Al mismo tiempo, las perspectivas demográficas en cuanto a número, tipología y localización de los nuevos hogares deberían constituir el marco sobre el que se tomasen las decisiones relativas a la promoción de vivienda, considerando también sus características y cuál puede ser su régimen de tenencia.